Silvia Rotela, viuda de Benítez, tiene 67 años de edad, es costurera, mamá de cinco hijos y abuela de 18 nietos. Su hermana, Mirian Rosa Aranda, tiene 56 años de edad, es cocinera, crió seis hijos y espera a su nieto en gestación. Ambas son fundamentales en sus familias y en su comunidad. Durante la pandemia del Covid-19, alimentaron a 200 personas por día, cocinando en ollas populares en un comedor comunitario.
Silvia cuenta que trabaja desde que tenía 10 años. “Somos gente muy humilde. No teníamos papá, mi mamá era papá y mamá. Éramos 7 hermanos. Mi mamá trabajaba y nosotras al lado de ella, vendíamos frutas, dulces, hacíamos maní ku’i, rompíamos coco y molinábamos”, comenta.
Estudió hasta el tercer grado de la primaria. “Cuando tenía 9 años, dejé la escuela porque mi mamá ya no podía pagar. Teníamos tres hermanitas que tenían que entrar en la escuela, entonces las más grandes le ayudábamos. No nos faltaba qué comer”, recuerda.
Se casó a los 20 años y con apoyo de su esposo pudo estudiar hasta el sexto grado y luego hacer un curso de corte y confección. “Era pobre también él, pero juntos salíamos adelante. Los dos trabajábamos. Él trabajaba en el Instituto de Agronomía en Caacupé y yo como costurera”, agrega.
Ella fue mamá por primera vez a los 23 años. En menos de dos años, tuvo a su segundo hijo y desde entonces, se dedicó exclusivamente al cuidado de su casa y su familia. Quedó viuda a los 55 años. Actualmente, sus hijos trabajan y aportan para sostenerla económicamente. “Yo trabajé mucho para que ellos terminen sus estudios. Ahora mis hijos ya tienen su casa y su trabajo. Cuando mi marido murió, mis hijos me dijeron, basta ya de trabajar mamá, nosotros te vamos a ayudar. Gracias a Dios no me hicieron faltar nada”, expresó.
Pero Silvia sigue trabajando. Vive en un barrio con familias de escasos recursos. Junto a su hermana, gestionan un comedor comunitario, cocinan en ollas populares y promueven la educación de los niños y niñas con actividades de refuerzo escolar, con apoyo de la Asociación Callescuela.
“Yo trabajo con los grupos desde el 2000, hago olla popular para los chicos. Trabajamos en refuerzo escolar y atención de primera infancia. Acá tengo una pieza, un saloncito, y ahí era nuestra salita para los chiquititos, ahí comenzamos”, relata Silvia. Su mayor orgullo es saber, que gracias a ese esfuerzo, ahora hay chicos que son excelentes estudiantes.
Para Miriam Rosa Aranda, de 56 años de edad, la realidad no fue muy distinta. Fue mamá a los 22 años y su marido falleció cuando ella tenía 50 años. “Antes de casarme y tener hijos, trabajaba fuera de casa. Pero después empecé a cuidar a mis hijos, mi hogar y por supuesto a mi marido”, afirma. Ahora, sus hijos son mayores de edad, pero dos siguen bajo su cuidado, un adulto autista y una adolescente que va al colegio.
“El único ingreso en la casa era de mi marido, hasta que se enfermó y falleció. Ahí empecé a trabajar como cocinera o empleada doméstica. Tenía 50 años”, relata.
Actualmente, además de cuidar de sus dos hijos y la casa, trabaja como cocinera en una casa familiar hasta el mediodía de lunes a sábado. Le pagan 1.200.000 Gs. más el costo de su pasaje. Miriam es una mujer que participa activamente en su comunidad, a través del comedor comunitario y recibiendo a los chicos en su propia casa para las tareas de refuerzo escolar voluntario.
“Intento hacer con mucho amor, para su almuerzo o merienda, cada vez que tenemos los insumos. También mis hijos aprendieron mucho, a través del compartir, porque aquí vienen todo tipo de niños y ellos sienten que acá es su segunda casa, me tienen como su segunda mamá. También a mi hermana, nos llaman tía. Los niños vienen con mucho cariño, se sienten seguros cuando vienen a comer”, expresa.
Ante la pregunta: ¿Debería haber remuneración para las amas de casa o una mejor distribución de las tareas de cuidado del hogar y la familia? Miriam responde:
Ninguna de ellas tiene seguro en el Instituto de Previsión Social, ni seguro médico privado. Cuando enferman, buscan atención en hospitales públicos y deben madrugar para conseguir un turno. Si el cuadro es grave, gastan mucho dinero en medicamentos o internación.
¿Cuánto vale económicamente el trabajo de cuidar el hogar y la familia?
En Paraguay, es común escuchar que cuando a una mujer le preguntan si trabaja, muchas responden: “Yo no trabajo, soy ama de casa”. Sin embargo, ser ama de casa, como se puede notar en las experiencias de vida de Silvia y Miriam, implica un trabajo a tiempo completo, con una diversidad de tareas que requieren un esfuerzo físico y mental importante.
Tomando como ejemplos, las historias de vida de Silvia y Miriam, ambas vienen trabajando hace 45 años, asumiendo tareas para sostener sus hogares y sus familias. ¿Cuánto costaría ese trabajo si calculamos tomando como referencia el jornal diario establecido en la Ley del Trabajo Doméstico?
Actualmente, según la Ley Nº 5407 / Del Trabajo Doméstico, el jornal diario de una trabajadora doméstica equivale a Gs. 98.089, que significaría un valor aproximado de 2.550.314 Gs. al mes y 33.840.705 Gs. al año. Si Miriam y Silvia hubiesen cobrado mínimamente por su trabajo a los largo de estos 45 años, hubiesen percibido unos 1.522.831.745 Gs. Sin embargo, ellas nunca percibieron ningún pago por su trabajo. Tampoco tienen seguro médico ni derecho a jubilación.
Ellas se dedican a cuidar de los demás, pero ¿quién cuida de ellas? Más allá de la responsabilidad de la familia, que en su caso, ellas cuentan con el apoyo de sus hijos adultos, existen personas de la tercera edad que viven en total estado de abandono y pobreza extrema. ¿Dónde está la responsabilidad del Estado?
El trabajo de mujeres como Miriam y Silvia no sólo aporta a sus hogares, también a la economía nacional. Según datos del año 2016, las tareas domésticas y de cuidado equivalen a G. 45,9 billones anuales (22,4% del PIB) en Paraguay y de los cuales, el 76% es generado por las mujeres. Este y otros datos, están publicados en el informe “Visibilizar el valor del tiempo: el trabajo no remunerado en los hogares y su incidencia en el desarrollo del Paraguay”, impulsado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Urge una política nacional de cuidados
En Paraguay, existe un Proyecto de Ley que formula la Política Nacional de Cuidados del Paraguay (PNCP) y crea el Sistema Nacional de Cuidados del Paraguay (SINACUP). En esta propuesta, formulada con la participación técnica de varios ministerios, se definió el “Derecho al cuidado” de la siguiente manera: “Se refiere al derecho que tienen las personas de acceder a la atención y apoyo que precisan para desenvolver sus vidas con el mayor grado posible de autonomía y con bienestar; al derecho que tienen todas las personas a cuidar en condiciones decentes y a contar con alternativas cuando eventualmente no pueden ejercer esta función; y al derecho al autocuidado”.
El estudio sobre trabajo no remunerado impulsado por el UNFPA también evidencia que la mayor carga laboral de las mujeres está en la esfera doméstica, que es justamente el ámbito donde los derechos laborales como un salario digno, vacaciones, seguro médico y social no están contemplados.
En Paraguay, el derecho a la jubilación no está garantizado. Por ejemplo, tres funcionarias de la Municipalidad de Ciudad del Este, son mujeres de la tercera edad que siguen trabajando dentro y fuera de sus casas, sin derecho al descanso y pensión digna. Marina Herrera tiene 69 años, es limpiadora municipal hace 21 años, crió 7 hijos y tiene 9 nietos. Hildefonsa Acosta tiene 70 años, crió 5 hijos y tiene 8 nietos, hace 28 años trabaja en la Comuna esteña como limpiadora con contratos intermitentes al igual que Clara Flores de 66 años, que lleva 30 años trabajando en la institución. Es mamá de 10 hijos y tiene 20 nietos. Sólo Marina tiene contrato permanente y la esperanza de cobrar una jubilación, Hildefonsa y Clara no tienen un contrato con estabilidad pese a sus años de servicio público.
Ante esta realidad, garantizar el derecho al cuidado implica un abordaje integral, la implementación de un conjunto de políticas públicas tal y como recomienda en su estudio, el Fondo de Población de las Naciones Unidas. Estas políticas necesarias son: una política nacional de cuidados, una política económica y de empleo con enfoque de igualdad, políticas públicas que garanticen el acceso universal a servicios de salud y educación de calidad, además de consolidar un sistema de protección social.
El Proyecto de Ley que crea la Política Nacional de Cuidados ingresó al Congreso Nacional presentado por varias diputadas en 2021. Cuenta con dictámenes de las Comisiones de Derechos Humanos, Familia y Personas Adultas Mayores, Niñez, Juventud y Desarrollo. Sin embargo, se estudió por última vez en octubre de 2022. El proyecto duerme en los archivos del Congreso Nacional y no hay perspectivas de tratamiento ni de presupuesto para su implementación.
Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, organizaciones feministas, de derechos humanos, campesinas, indígenas, madres y diversidad de mujeres, marchan en varias ciudades del Paraguay con el lema “Por nuestros derechos laborales y contra todas las violencias”. Desde el 2017, cada #8M visibiliza el trabajo de las mujeres y exige al Estado paraguayo que asuma su responsabilidad como garante de derechos.
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- Investigación, Redacción, Entrevistas y Fotos: Sofía Masi
- Ilustración: Rodrigo Sosa