El reportaje investigativo realizado por el periodista Mauri König explica con detalles cómo funcionaban los burdeles y cómo el Estado brasileño, a través de diversas instituciones, controlaba el negocio durante la dictadura. La clientela estaba compuesta por los obreros y constructores de la represa Itaipú, que llegaban en buses cuando se concretaba el pago de salarios para gastar en fines de semanas enteros de fiesta y sexo.
Como resultado de esos encuentros sexuales furtivos nacieron miles de niños y niñas. The Intercept Brasil accedió a datos del Registro Civil de Foz de Iguazú que revelan que entre 1975 y 1984 fueron registrados 4.280 bebés sin el nombre del padre y entre 1985 y 1994 fueron registrados 7.605 recién nacidos sin el dato paterno.
El reportaje recoge testimonios de pobladores de Foz, que vivieron en la época de la dictadura y fueron partícipes de esa realidad. También, se enriquece el relato con investigaciones académicas.
Los trabajadores de la represa pasaban la semana en la construcción y en sus días libres iban a los burdeles para aliviar las tensiones de un trabajo controlado con rigor militar. “Existía un interés por parte de la empresa en que los funcionarios fuesen a liberar sus angustias, neurosis, deseos en la zona del meretricio”, afirma el historiador Luiz Eduardo Catta, en su tesis de maestría sobre el cotidiano en la frontera durante la construcción de la usina. Se estima que a lo largo de los 10 años de obras, al menos 10 mil mujeres trabajaban en las más de 30 casas de prostitución en el barrio Três Lagoas de Foz.
Un negocio lucrativo y una niñez abandonada
Pese a que la zona fue creada como un efecto colateral de la construcción de la represa y esa usada por sus trabajadores, Itaipú se recusó a asumir alguna responsabilidad o discutir abiertamente la zona de prostitución.
Sin embargo, investigadores dicen otra cosa. “Las autoridades de la empresa y de la ciudad entendieron la necesidad de una zona de tolerancia que fuese suficientemente apartada del centro de la ciudad, fácilmente accesible por la ruta y amplia lo suficiente para contener el número de casas necesarias para atender a los millares de trabajadores de la represa que llegarían a la frontera”, dice John Howard White en su tesis de Filosofía de la Historia, por la Universidad de Nuevo México de Estados Unidos, sobre género y trabajo en la frontera entre Brasil y Paraguay.
“Los guardias de Itaipu controlaban los burdeles para que no existan peleas y para lo que trabajadores no se emborrachen al punto de que cuando vuelvan al trabajo no pudiesen sufrir u ocasionar algún accidente”, señala la geógrafa Patrícia Claudia Sotuyo en su trabajo de maestría.
El reportaje de TIB cuenta que la zona de prostitución también era monitoreada de cerca por el Estado. Todas las trabajadoras del sexo de Três Lagoas eran fichadas en la Policía Civil de Paraná. Eran cerca de 700 – pero hasta el final de la obra, ese número aumentó a 10 mil. Las trabajadoras del sexo eran registradas como bailarinas, con su nombre original y otro de fantasía.
Desde la Policía, controlaban los burdeles y recaudaban un monto específico en concepto de tasas, que luego era invertido para la compra de armas, municiones y construcciones para los organismos de seguridad durante la dictadura.
A pesar del celo estatal para fichar y recaudar las tasas de las trabajadoras del sexo, el Estado y el sistema de salud no fue eficiente em garantizar métodos anticonceptivos. Hay 12.115 nacimientos registrados sin el nombre del padre en dos décadas de influencia directa de Itaipu en la demografía de la ciudad de Foz.
Los dueños de los burdeles acostumbraban a despedir a las mujeres que quedaban embarazdas o les exigían un aborto. Muchas se iban de la ciudad, otras abortaban y aquellas que parían, pagaban una pensión a otras mujeres para que sus hijos sean cuidados mientras trabajaban.
Había mujeres que se dedicaban al cuidados de esos niños y niñas, quienes según los testimonios sufrían discriminación en el bariro y en la escuela por ser hijos de trabajadoras sexuales.
La misma historia, también en Paraguay
En Paraguay, al otro lado de la frontera, existió el barrio María Magdalena de Hernandarias, donde según los datos había unas 400 mujeres trabajando en 37 burdeles. El periodista Alcibiades González Delvalle estuvo en Hernandarias en 1979 para investigar la muerte de una adolescente y reveló un esquema de corrupción que envolvía a autoridades locales y aceleró el fin del área de prostíbulos.
“La prostitución fue considerada parte vital de la construcción de la hidroeléctrica”, dice el periodista paraguayo González Delvalle. “En una lógica circular, los hombres no podrían trabajar adecuadamente sin relaciones regulares y la hidroeléctrica no podría ser construida sin los trabajadores”, concuerda el historiador John Howard White. “En suma, no podría haber represa sin las profesionales del sexo”.
Para Delvalle, Itaipu y las empresa subcontratadas debieron reconocer a las trabajadoras sexuales como categoría legítima, con los mismos beneficios concedidos a los trabajadores de la represa.
El reportaje completo se puede leer en la página de The Intercept Brasil.